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Columna de Opinión ¿Conversemos sobre educación?

No, no debería ser un diálogo ficticio, aunque lo parezca, si soy yo quien tengo el privilegio de poner en esta columna estas simples palabras con forma de pregunta y Usted pareciera no disponer siquiera de la posibilidad de responderme.
En este tiempo complejo en el que la incertidumbre y el temor nos han acosado casi sin excepción, quienes somos educadores hemos debido dejar el aula y continuar nuestro imprescindible trabajo desde la distancia, mediados por un frio, aunque innegable útil artefacto de la tecnología virtual.
Y más allá de los objetivos a alcanzar y las materias a tratar, lo más importante que hemos intentado conseguir es hacer sentir a nuestros estudiantes que, a pesar de todo, estamos efectivamente ahí, al alcance de la mano, expectantes a que, cuando realmente las condiciones lo permitan, el mirarnos a los ojos, el fundirnos en un abrazo, dejen de ser la utopía en que estos gestos existenciales se convirtieron y que de ser tan cotidianos y acostumbrados en el tiempo pasado,nunca los valoramos tanto como lo hacemos hoy.
Un diálogo en que, a partir de las elementales ideas, hipótesis, creencias, teorías que respetuosamente me permita plantear, Usted conciba una opinión, la vierta sobre un papel, la exprese oralmente, la comparta con su familia, me la haga llegar a través del canal de comunicación que le dejaré disponible.
Y no sólo eso, sino también manifieste su acuerdo, disienta, se oponga, formule sus propios argumentos y en esa diferencia Usted, yo, nuestros lectores, nos eduquemos y crezcamos como personas, un acto permanente que sólo se extingue cuando ya no estemos más para seguir pensando, para continuar sintiendo.
Trataré de generar, sino siempre, casi siempre, una sana polémica, para que – desde allí – demos origen al ejercicio dialógico. Si me quedo en el «lugar común», en lo que todos ya saben y consienten, poco vamos a conseguir.
No obstante, usaré un lenguaje simple, inteligible, aceptando que hacer elementales las palabras constituye también una señal de cierta sabiduríamínima y, además, necesaria. No siempre, en realidad casi nunca, lo simple fue sinónimo de poco significativo.
Vea Usted:

  • La flojera de nuestros estudiantes es un invento, no existe.
  • La ley pareja es la más dura de todas, al menos en educación.
  • El ejercicio de la docencia sigue siendo tan autoritario como hace cincuenta o cien años. En fin
    No, no «dispare» contra mí, son sólo algunos ejemplos que me atrevo a dejar planteados por ahora y respecto de los cuales podríamos, si me lo permite, conversar después.
    Que tenga una buena semana y gracias por detenerse a leerme.
    (Si quiere dar su opinión o replicar al profesor Luis Ramírez Vera, puede escribirle a laramirezvera@gmail.com).

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