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De megasequía a hipersequía: Zona central continuará perdiendo precipitaciones al menos durante las próximas 3 décadas

La zona central experimenta la peor sequía de la que se recuerde. Al menos desde que existen registros. El déficit de precipitaciones acumulado entre la región de Coquimbo y el Maule supera el 60 % de acuerdo a la Dirección Meteorológica de Chile (DMC) y la Dirección General de Aguas (DGA). Entre el Ñuble y Los Lagos el déficit es en torno al 40 y 50 %, y aumenta en algunos sectores de la Región de Aysén.
Ríos, lagos y lagunas literalmente están desapareciendo. Por ejemplo, el caudal del río Cauquenes, ya experimenta una disminución de 32,1 % de su volumen hídrico. Si se continúan plantando especies exóticas en sus riberas, el déficit podría llegar a 46,2 %.
De los 375 acuíferos catastrados en Chile, 189 tienen limitaciones para otorgar nuevos derechos de aguas subterráneas, sin embargo, la información respecto a la calidad y cantidad de agua en ellos es deficiente para evaluar su sostenibilidad. La Radiografía del Agua constató una reducción significativa en los niveles de los pozos en algunos lugares de uso intensivo en Chile, siendo un indicador que alerta de un posible agotamiento del recurso.
El fenómeno, si bien es más crudo en la zona central, también ha golpeado al sur, con una sequía muy intensa en los meses de verano y comienzos de otoño.
Este reseco escenario está literalmente cambiando el clima y la vegetación del país. »Se espera que la zona semiárida de Chile se desplace hacia el sur, ocupando parte de lo que actualmente se caracteriza por un clima mediterráneo», dice Francisco Correa, investigador del Instituto Iberoamericano de Desarrollo Sostenible de la U. Autónoma. Dice que no será en el corto plazo, pero sí durante la siguiente década, »y aún más marcado conforme se incremente la temperatura global».
Las víctimas son variadas. Un ejemplo es el bosque esclerófilo de la zona central: la pérdida de verdor de sus árboles debido a la megasequía. Pese a que se caracteriza por su resistencia a la escasez de precipitaciones, la secuencia ininterrumpida de años secos, con un déficit que oscila entre el 25 % y el 45 %, ha provocado este fenómeno conocido en inglés como browning.
Ya no volverá a llover como antes
Raúl Cordero, climatólogo de la Universidad de Santiago, señala que la combinación de bajas precipitaciones y alto consumo de agua (alarmante a nivel urbano) configuran una situación de alto estrés hídrico que podría continuar empeorando. «La zona central comenzó a perder precipitaciones hace cuatro décadas. Las lluvias han estado disminuyendo alrededor de 7 % por década. Esto significa que las últimas cuatro décadas hemos perdido ya 1/3 de precipitaciones anuales. Esta pérdida promedio enmascara años en los que las precipitaciones han sido mucho más bajas. Por ejemplo, 2021 cerró con un déficit en la zona central de 2/33 .
Añade que bajo cualquier escenario climático, la zona central continuará perdiendo precipitaciones al menos durante las próximas tres décadas. «Hay cierta incertidumbre relativa a la magnitud de esas pérdidas, pero no respecto a la tendencia», dice.
Correa señala que las probabilidades de revertir la megasequía «son mínimas».
Roberto Rondanelli, investigador del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR)2 y académico del Departamento de Geofísica de la U. de Chile, agrega que en el pasado, por ejemplo, algunas sequías terminaron con una gran inundación o con un año de grandes inundaciones. «Eso tiene relación con la manera en como ocurre la variabilidad de la precipitación en Chile, en que tenemos muchos años secos y unos pocos años lluviosos. Y, en ese sentido, el promedio esconde esa realidad que es que la mayor parte de los años en la zona central son años por debajo de lo normal, mientras que unos pocos años con precipitación sobre lo normal son los que recuperan el sistema».
«Esa capacidad de recuperación es lo que no hemos visto en estos últimos 12 años. No hemos tenido ningún año lluvioso y por lo tanto hay pocas reservas naturales de agua y los sistemas también están muy estresados, pero eso es lo que nosotros creemos que se va a revertir en algún momento, que va a ocurrir lo contrario y vamos a tener años lluviosos o una sucesión de años lluviosos», añade el investigador del (CR)2.
Al menos en los próximos meses, el escenario será el mismo de la última década. Se proyectan bajas precipitaciones en la zona central debido a la persistencia del Fenómeno de la Niña, que enfría la temperatura superficial del Pacífico tropical generando una baja de precipitaciones. »En la última proyección de la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica, se mantuvieron altas (superiores al 70%) las probabilidades de que la Niña persista al menos hasta la primera mitad del invierno. «Eso significa que las probabilidades de que este sea el año final de la larga e intensa sequía que nos afecta, no son muy altas», explica Cordero.
Las sequías meteorológicas (déficit de 20 % o más) son un elemento recurrente en el clima semiárido y mediterráneo de Chile central, y típicamente duran uno o dos años. Sin embargo, desde 2010 en adelante todos los años han estado por debajo del promedio histórico de precipitación, configurando así la denominada megasequía, con un déficit promedio de lluvia de 30 %.
En 2021 la megasequía de Chile central cumplió trece años. La estación de Quinta Normal en Santiago, acumuló 118 mm, cerca de un tercio de su antiguo promedio histórico de 320 mm, dejando a 2021 como el quinto año más seco de un registro de más de cien años.
Los 40 mm que cayeron en el extraordinario evento de fines de enero del año recién pasado, maquillaron un poco el escenario. Si se considera solo los registros del invierno extendido (abril-septiembre), el año 2021 queda como el segundo más seco desde 1911, solo superado por el invierno de 1924, cuando cayeron 53 mm. Esto claramente cae en la categoría de hipersequía, dicen los especialistas.
Rondanelli explica que esta es una megasequía que no tiene precedentes en el registro histórico. Sospecha que no es natural. «No habría sido tan intensa si fuera solamente un fenómeno natural», asegura.
El cambio climático la está haciendo más intensa y, por lo tanto, »la más extrema que hemos observado en el registro» se lamenta.
Cordero establece que la perdida de precipitaciones se suma el alza en el consumo que a nivel urbano se ha incrementado tanto en la Región de Valparaíso como en la Región Metropolitana en un 20% solo durante la última década.
Los costos de la nueva realidad
Esta nueva «normalidad» climática a la que debemos acostumbrarnos, trae consigo una serie de consecuencias y acciones cotidianas. Situaciones que parecen simples, o incluso obvias, ahora ya no lo son. Ducharse, pasto en el patio, entre otros, estarán sujetos a restricciones.
Por ejemplo, y siguiendo con el modelo que han empleado municipalidades en jardines públicos, incluso clubes deportivos o simplemente cualquier ciudadano, se ha reemplazado el césped natural, el que requiere mucha agua, por una versión similar, pero sintética. ¿Cuánto ahorra una persona por cambiar el pasto? ¿Es una medida realmente efectiva?
En Escenarios Hídricos 2030 de Fundación Chile, entregan algunas cifras. Por ejemplo, el pasto consume siete litros de agua por m2 al día, el consumo de agua por persona al día son 170 l/día. El paisajismo sérico consume 0,6 L/m2/día, o sea, ahorra cerca de 90% de agua comparado con el uso del pasto en áreas verdes.
Rondanelli señala que hay una serie de medidas de adaptación y mitigación que no han sido implementadas, probablemente porque para la mayor parte de las personas, sobre todo en la zona central, el cambio climático no representa un gran cambio en su estilo de vida mientras sigan abriendo la llave y siga saliendo el agua.
Cordero dice que debemos avanzar más rápido en mejorar la eficiencia en el uso del recurso (vía tecnificación del riego), mejorar la capacidad de acopio (vía embalses), y en una nueva institucionalidad para la gestión flexible a nivel de cuenca de un recurso que es cada vez más escaso.
El climatólogo de la Usach señala que los racionamientos a nivel urbano pueden evitarse con mejoras en la eficiencia, en la gestión de cuencas, y eventualmente mediante infraestructura. No estamos condenados en las ciudades a experimentar racionamientos. «La situación es diferente para los habitantes de zonas rurales. Muchas pequeñas localidades, o pequeños asentamientos muy probablemente no puedan recuperar la disponibilidad de agua con la que contaban hace pocas décadas atrás».
¿Cómo adaptarse a este nuevo formato?
Cordero explica que a nivel urbano, la infraestructura e institucionalidad con la que la zona central contaba ha sido capaz de sobrellevar una década de sequía, incluyendo años extraordinariamente secos como 2019 y 2021. Sin embargo, esta misma infraestructura e institucionalidad podría no ser suficiente para garantizar el consumo urbano durante la próxima década si la situación continúa deteriorándose.
«A nivel rural, el balance es mucho más negativo. Miles de personas continúan recibiendo agua para consumo humano vía camiones aljibes. Miles de pequeños agricultores han visto perder sus animales y cosechas, y se ha documentado migración desde las zonas más golpeadas por la sequía hacia las ciudades», añade.
Considera que una de las estrategias para sobrellevar el estrés hídrico es mejorar la eficiencia. A nivel rural esto implica la adopción del riego tecnificado. A nivel urbano esto implica controlar las pérdidas, que muchas veces representan un porcentaje hasta tres veces superior a los de estándares de países desarrollados.
Dice que los llamados a la responsabilidad no están demás, pero que una política tarifaria diferenciada que desincentive el uso exagerado de agua, puede ser mucho más potente. «Ordenanzas municipales que limiten el riego de parques y jardines a determinadas horas también pueden ser un aporte, así como la adopción de especies nativas como ornamento en plazas y jardines».
Por ejemplo, en la cuenca del Maipo existen 3.908,74 has de áreas verdes, usando 273.611.800 L/día, equivalente al consumo de 1.609.481 personas al día. El cambio a paisajismo sérico podría reducir el consumo total en 90%, equivalente al consumo de 1.448.533 personas/día, explican en Escenarios Hídricos 2030.
Y añaden que en jardines mixtos, donde se dejan espacios acotados de pasto, se puede obtener una reducción de hasta un 59% en la cuenta del agua potable destinada para riego de jardines.
También existe la posibilidad de reemplazar o elegir algunas especies, ya sea de árboles, arbustos, flores o plantas, que tampoco requieren de mucha agua, ni mantención, y que cumplen objetivos similares, que otras especies que obligatoriamente necesitan agua. Escenarios Hídricos 2030 explica que existe una serie de especies vegetales recomendadas para estos fines.
Entre las especies que se sugieren, se dividen en cuatro categorías:
Árboles
-Peumo, espino, litre y boldo)
Arbustos
-Brecillo, chilca, corcolén
Cubre suelos y rastreras
-Agapanto, doca, rayito de sol
Cactus y suculentas
-Quisco, puñeñe, chagual

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